QUERIENDO TENER SIEMPRE LA RAZÓN.
En este caso voy a hablar por mí, no
sé si te identificarás con lo que me sucede.
Aprendí hace tiempo, que era
importante tener la razón. ¿Por qué? Pues simplemente porque eso me llevaba a
un plano de razonamiento, en el cual podía argumentar y justificar mis ideas, todo
con el fin de demostrar que estaba más cerca de la verdad que el otro. Por supuesto, egoístamente tener la razón me
llevaba a creer que era superior al otro.
Muchas veces me equivoque, y sin
embargo, no lo reconocí. Pues ese juicio de tener la razón me acompañó hasta
muy entrado en años.
El problema de “tener siempre la razón”,
es que se convierte en un peso muy grande. El temor a equivocarte te hace acobardarte
y tener miedos innecesarios. Te sientes vulnerable cuando fallas, porque le has
dado mucha importancia a estar en lo cierto.
Por cierto, en aquel entonces, entendía vulnerabilidad como debilidad,
cosa que hoy sé que no es así.
En mis juicios, siempre tenía la razón,
aunque estuviese equivocado. ¿Por qué? Porque de alguna manera esos pensamientos
están auto contenidos, es decir, se retroalimentan unos a otros, para
finalmente dar el resultado que espero. En otras palabras, mi razón estaba
justificada en los juicios que la sostenían.
Pero, esto también significaba, que
si yo tengo la razón, el otro está equivocado.
Esto me llevaba a un sinnúmero de discusiones innecesarias, que
terminaron algunas veces enemistándome, sin necesidad. Tener la razón se convertía en aquellos
momentos en un “punto de honor”.
Cuando empecé a estudiar Ontología
del Lenguaje, entendí que cada uno interpreta la realidad de forma muy
particular; me di cuenta que tener la razón no significa nada. En primer lugar,
nadie ve el mundo como lo veo yo, y por consiguiente, lo mismo sucede conmigo y
con el otro.
Si entiendo que el otro es un
observador válido, al igual que yo, lo que cada uno de nosotros pensamos no es más
que una interpretación de la realidad, que no significa nada en lo absoluto,
pues cada explicación está condicionada por nuestros propios aprendizajes, que
son completamente diferentes. Entonces,
ese juego de tener la razón pierde ante las válidas interpretaciones de cada
uno.
Podemos decir que lo que existe es
una interpretación de la realidad. Pero,
ninguno de nosotros puede ver lo que es la realidad, ya que las máscaras que
nos acompañan distorsionan lo que vemos.
Pero, algo que es todavía mejor, es
que cuando aceptas que no necesitas tener la razón, es como si te quitaran un
gran peso de encima, pues entonces, no hace falta ni tener argumentos, ni
justificar nada de lo que sucede de acuerdo con tu punto de vista. Además,
cuando te quitas ese pesado lastre de encima, puedes avanzar mucho más liviano,
y sobretodo feliz. Se acabaron los conflictos con los demás. No tienen sentido,
y lo que es mejor son completamente innecesarios.
Es más, si crees que tengo o no la razón
en lo que acabo de escribir no importa. Me siento feliz de haberte mostrado lo
que pienso.
Una simple reflexión de hoy, a propósito
de un video que vi en la mañana.
PREGUNTAS:
1. ¿Algo de esto resonó contigo?
2. ¿Te has sentido de esa manera?
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