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miércoles, 15 de marzo de 2023

HABLEMOS DEL SIGNIFICADO DE TRANSPARENCIA

 


HABLEMOS DE TRANSPARENCIA.

 

Entendemos por transparencia el fluir de la vida. Cuando éste cambia de repente, decimos que tenemos un quiebre o un cambio en la transparencia.

 

Por ejemplo, imaginemos que vamos al Automercado, y planificamos la compra. Esto implica prepararnos para realizar la actividad, donde tenemos que: hacer una lista de lo que necesitamos, disponer de dinero para pagar, transporte, etc.

 

En otras palabras, prevemos lo que puede suceder de acuerdo con nuestras experiencias anteriores de comprar en el automercado. Si todo sale de acuerdo con lo planeado, esto simplemente nos mantiene en ese estado de “transparencia”, con el cual, comenzamos nuestra actividad.

 

Pero imaginemos por un momento, que hicimos todos nuestros preparativos previos, pero que cuando salimos del automercado para ir a la casa, al finalizar la compra, el carro no prende. Y cuando empezamos a chequear a que se debe, nos encontramos con que no tiene gasolina. Inmediatamente, esta situación nos saca de la comodidad y transparencia del momento, y nos envuelve en una serie de nuevos pensamientos para tratar de resolver el inconveniente.

 

Buscamos desesperadamente una bomba de gasolina cercana. Pensamos si podemos empujar el carro hasta la bomba. O si pedimos a los bomberos que nos surtan gasolina en un bidón (que en muchos lugares es ilegal, pero esto es una emergencia). Nos culpamos preguntando por que no revisamos la aguja cuando salimos de casa. ¿Por qué estamos tan distraídos? O nos criticamos por permitir que esto sucediera. En ese momento, nuestra transparencia desaparece, y entramos en un estado en que debemos buscar la forma de resolver el problema, y alcanzar una transparencia diferente, que ya no será la misma que la inicial, pero que sin duda, habrá generado un aprendizaje para nosotros.

 


Eso que llamamos quiebre de la transparencia, ocurre normalmente en nuestras vidas, cuando las cosas no salen de acuerdo a lo que pensamos. El flujo de nuestros pensamientos se interrumpe y desaparece el estado de transparencia. Entramos entonces en un estado de nuevos retos. Cuando algo nos saca de allí, decimos que estamos ante un quiebre de la transparencia.

 

No sé si habrán tenido la experiencia, por ejemplo, de hacer un viaje a un lugar desconocido, o por primera vez. Cuando hacemos esas travesías, nos encontramos en un estado diferente, dispuestos a todo lo que sucede, no estamos pensando qué debe pasar o cómo deben suceder las cosas.  Estamos abiertos a la experiencia. Sin embargo cuando vamos esperando que algo en particular suceda, es posible que nos encontremos con situaciones que enfrentan a nuestras creencias establecidas.

 

Otro ejemplo sucede cuando salimos de nuestra zona de confort. En esos casos, pueden suscitarse crisis, debido a que nos sentimos perdidos fuera de aquello que consideramos cómodo y confortable. En la zona de confort nos sentidos tranquilos, fuera de ella, podemos entrar en conflictos.

 

Cuando se generan dudas acerca de nuestras creencias entramos en el modo de búsqueda. Recordemos que las creencias que consideramos muy sólidas, no son más que pensamientos a través de los cuales hemos dado explicaciones anteriormente. Pero ello no significa que sean verdad. Probablemente son válidos, es decir, se cumplen ante ciertas condiciones, pero no necesariamente siempre.

 

Cuando esto sucede, entramos en un estado de duda, y comenzamos a buscar explicaciones para tratar de ajustar el alcance de nuestra creencia, para no tener que descartarla por completo. Nos apegamos a los pensamientos creyendo que estos van a ser verdad siempre.  Una de las situaciones más difícil de aceptar y cambiar, es ese apego desmedido por nuestras ideas que se refleja en comportamientos, que no permiten o reducen nuestra capacidad de cambio.

 

Un beneficio de la duda es que estimula la indagación.  Y esa lucha que se presenta cuando no se cumplen nuestras creencias, es lo que da lugar al aprendizaje.

 

Como decía mi maestro Blas García Núñez: “duda hasta que dudes de tus propias dudas”. El ejercicio de la duda te lleva a cuestionar muchas situaciones, y la validez de tus pensamientos o juicios en relación a ello. De esa manera se abren nuevas posibilidades que te permiten descubrir nuevos modos de explicación de la realidad.

 

Los paradigmas de nuestra realidad son válidos hasta que encontremos nuevos juicios que contengan a los anteriores, o encontremos explicaciones particulares a esos sucesos. Es así como avanzamos, a través de cuestionar continuamente aquello que sabemos, que nos hace sentir incomodos en un momento dado.

 

Nuestra visión de la realidad está construida empleando modelos que establecen axiomas, sobre los cuales se elaboran dichos modelos. Cuando uno cualquiera de esos axiomas, se pone en duda, debemos reorganizar la estructura de dicha explicación.

 


Esto sucede en nuestros casos personales. Nuestros modelos de realidad se basan en creencias, tan profundas, que muchas veces las tenemos escondidas en el inconsciente.  A veces, nos toca desenterrar esos juicios profundos a fin de poder buscar nuevas alternativas de explicación de lo que sucede. Lo interesante de este proceso es que es completamente dinámico, y el cambio en una creencia, afecta inmediatamente al resto de las creencias asociadas, dando así la oportunidad a la apertura y crecimiento de nuestras posibilidades.

 

Como reflexión final quizás deberíamos preguntarnos ¿qué somos?; lo que recordamos o lo que verdaderamente somos.  Nuestra vida se basa en historias que hemos construido, que a veces nos gustan, pero otras no tanto. Por lo tanto, somos las historias que nos contamos. Y ellas solo significan algo para nosotros. Cuando somos capaces de ser críticos en relación a dichas historias, podemos perdonar y sanar.  Pero esto será tema de otro artículo. 

 

PREGUNTAS:

1.   ¿Qué reflexiones se abren con este artículo?

2.   ¿Cuáles son esas creencias que te cuesta soltar?

3.   ¿Qué te impide soltarlas?

4.   ¿Qué pasa cuando sales de tu zona de confort?

5.   ¿Qué historias te cuentas?

 

CONTACTO:

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miércoles, 21 de septiembre de 2022

CUENTO: EL PONTÍFICE

 



EL PONTÍFICE

 

En un lejano poblado próximo a las altas montañas, dos hermanos Jorge y Laureano despedían a su anciano padre que moría envuelto en una paz completa. A los pocos días, la herencia fue dividida y nacieron dos haciendas de lo que anteriormente era una sola tierra.

 

Al paso de los años, ambos hermanos habían ya desarrollado sus respectivas vidas y reinaba entre ambos un espíritu de colaboración y vecindad sincera. Los hijos de las dos familias crecían unidos y en las fechas importantes, unos acudían a la casa de los otros para celebrar los regocijos propios de las fiestas. Podía decirse que la concordia y la fraternidad reinaban entre aquellos dos hermanos de alma grande y serena.

 

Pero sucedió un día que un mal entendido de apariencia insignificante, que podía haberse apagado en un instante, generó tal aspereza que, como fuego arrasador, inundó a los hermanos en separación y discordia. Al poco, el silencio tenso y el reproche bronco, iban y venían entre aquellas dos tierras. Cada día que pasaba era más evidente que faltaba aquella alegría de los buenos momentos pasados y del mutuo apoyo en las tristezas.

 

Pasó un tiempo y de pronto, un día cuando Laureano se levantó al alba, cuán grande fue su sorpresa al ver como el río había sido desviado de su curso y ahora pasaba fronterizo dividiendo aún más las dos tierras. “¡No puede ser! ¡Has ido demasiado lejos en esta declaración de guerra!”, masculló con amargura. Fue entonces cuando su enfado todavía se hizo más virulento, llegando a prohibir tajantemente a sus hijos mirar o hablar con cualquier miembro de la otra casa.

 


El tiempo fue pasando y, con él también crecía el resentimiento, ya dueño y señor de las dos almas. Así las cosas, de pronto, una mañana Jorge descubrió que durante la pasada noche, Laureano había levantado una gran verja de madera, que junto a la orilla del río, todavía dividía más a las dos tierras. Los hermanos comprobaban incrédulos como la bola de nieve de odio y vergüenza seguía creciendo, sobre lo que un día atrás fueran sonrisas y hermosas promesas.

 

Así llegó el invierno y tras él la primavera, hasta que una tarde a la puesta del sol, se presentó en casa de Laureano un viajero que afirmaba ser carpintero. Pablo, que así es como se llamaba, pedía trabajo a cambio de comida. Pablo decía que tras arreglar los desperfectos que hubiera en el lugar seguiría la senda que llevaba. Y dado que parecía un buen hombre, no exento de habilidades y ganas, Laureano decidió contratar sus servicios y reparar la casa. Aquella noche de apariencia normal, como todas, nadie imaginaba lo que Laureano vería al levantarse al día siguiente por la mañana. Por lo que vio, aquel carpintero, por su cuenta y riesgo, se había dedicado a construir un puente de madera que cruzaba el río, y al parecer no contento con eso, había abierto una gran puerta en el muro que dividía ambas haciendas.

 



¡Quien le dio permiso a este señor! exclamó. No podía creer lo que sus ojos veían, al tiempo que sintió colérico un latigazo de ira. Sin titubear, se dirigió con paso rápido y amenazante hacia el carpintero, reclamando el despropósito de su llegada.

 

Al aproximarse al trabajador que se hallaba junto al río ¡Ohhh Sorpresa! ¿Qué vieron sus ojos? Su propio hermano avanzaba hacia él cruzando el puente con los brazos abiertos y su rostro empañado en lágrimas:

 


Y le dijo: “Querido hermano. Perdona mi orgullo y la terrible miseria que han envuelto tantos años a mi alma atribulada. He vivido en el odio y la desconfianza, hasta que hoy, de pronto, al despuntar el alba, he visto que habías construido un puente y que habías abierto una gran puerta. Una puerta que no sólo he sentido que abría la valla que separaba nuestra tierra, sino también lo más profundo de mi alma acorazada. Hermano, tu gesto me ha conmovido, tu iniciativa ha disuelto lo que atenazaba mi corazón de rencor y desconfianza. ¡Perdóname hermano!”

 

Laureano atónito, escuchaba aquellas palabras que como música reparadora suavizaban la seca aridez de sus íntimas moradas. Y conforme Jorge lo abrazaba compungido, Laureano sentía que una extraña rendición abría su pecho, mientras viejas heridas sanaban. Laureano sentía cómo aquellas lágrimas de su hermano barrían miedos soterrados que habitaban más allá de sus infancias.

 

Aquella noche, agradecido por el curso de la vida, se dirigió a la habitación del carpintero para pedirle que continuase trabajando en la casa. Al llegar, comprobó que éste había recogido sus cosas y que se disponía a seguir su marcha. Las miradas de ambos se encontraron, y ya no hubo palabras, el corazón de Laureano sabía que Pablo seguiría adelante hacia otras tierras. Laureano comprendió que muchos ríos de separación y violencia esperaban a aquel constructor de puentes, todo un “Pontífice” que convertía la guerra en cooperación fraterna.

 

 

Tomado del libro: Relatos Eternos, Cuentos para Aprender a Aprender, de José María Doria.

 

¿Qué parte de uno mismo representa el carpintero del cuento? En realidad el “hacedor de puentes” no es otra cosa que un “Pontífice” (ponte-fex, fex pontem: hace el puente). ¿Por qué al más alto mandatario cristiano de Occidente se le ha otorgado el nombre de Pontífice? ¿Tan valiosa resulta para todos la capacidad de construir puentes?

 

En las esferas de la religión cristiana, el llamado Pontífice o Papa es el máximo constructor del gran puente de la llamada religión que “re-laciona”, “Conecta”, “re-liga” a Dios y al hombre. Una dualidad, que señalan las religiones “ultramundanas” como lo pueda ser la religión cristiana, que en su trasfondo muestra, una milenaria oposición entre el espíritu y la carne, el cielo y la tierra, o bien el ángel y el diablo. Una oposición en la que El Papa o Gran Puenteador, elegido en cónclave secreto, integrará mediante su vida y obra.

 

Cualquier forma de puenteo o re-unión de cualquier dualidad, alude al acto de disolver el velo ilusorio de la separación con que aparecen los fenómenos y las cosas, ante nuestros sentidos. En realidad, el proceso de hacerse adulto es un proceso de diferenciación y discriminación de todas las cosas. Y sucede que en el “camino de vuelta a casa”, es decir cuando volvemos a ser niños en esa sabia ancianidad, es cuando uno mismo ha realizado un sostenido puenteo entre sus propias oposiciones y conflictos, y se adentra en un estado de conciencia denominado por los despiertos como “unidad” o “no-dos”.

 

Esta acción de regresar a la inocencia procediendo a unir e integrar todo lo percibido en una nueva y más alta unidad, no significa acabar con las diferencias, sino más bien comprobar la existencia de una especie de malla esencial que todo lo une y relaciona; es decir, una energía primordial que sostiene todas las realidades en una supra-realidad. Sin duda para alcanzar esta la experiencia de Totalidad se precisa la disolución de la separación con que nuestra razón ve las cosas y fenómenos del mundo.

 

Todas las religiones de una u otra manera han hablado de la unidad.  Y es que realmente no hay dos, tres o diez mil. Hay uno solo, llámelo como lo quieras llamar, Dios, Brahman, la Fuente, el Tao, etc.  Le hemos dado muchas interpretaciones a las situaciones, pero lo que es cierto es que vivimos en un mundo de unidad. La separación ha sido impuesta por nuestra manera de ver y entender el mundo.

 

Quizás, aquellas personas que tienen el don de iluminarse, ven el mundo de manera completamente distinta, y pueden entender la conexión existente entre todos los elementos y lo que sucede. Pero, para nosotros todavía es un poco temprano.  Sin embargo, quizás lo importante de este relato es la necesidad de construir puentes que nos permitan comunicar más y separarnos menos.  Hemos insistido muchas veces, que la vida no es lo que vemos, sino lo que interpretamos.  La realidad es neutra, el color lo colocamos nosotros.

 

Los hindúes tienen una bella teoría, a la que llaman koshas:

 


Hablan de que existen 5 koshas, cuerpos o envolturas, a saber:

 

1.    Annamaya kosha. Es la parte física, corporal. Tiene que ver con el cuerpo, comida, o derivados de la comida.

2.    Pranamaya kosha. Envoltura pránica, envoltura de energía, energía vital, que viene del aire, llena nuestros pulmones y alimenta nuestro sistema energético, nuestros meridianos, nadis, vasos maravillosos.

3.    Manomaya kosha. Envoltorio mental, es la presencia de nuestra mente, emociones. Todo lo que alimenta nuestra mente es resultado de esa energía sutil, “manas”. Si tenemos cuidado con lo que pensamos, seremos capaces de cuidar nuestro cuerpo mental. En este cuerpo es donde se registran nuestros juicios, creencias, condicionamientos, programaciones, samskaras, vasanas, etc.

4.    Vignanamaya kosha. El cuerpo de conocimiento, la intuición, la sabiduría.

5.    Anandamaya kosha. Es el cuerpo de felicidad absoluta y se extiende por todo el Universo. No tiene límites. Es donde reina la verdad, la realidad y el amor.

 

Los cuerpos están incluidos unos en otros hasta el Anandamaya kosha.

 

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