LOS FANTASMAS NOS PERSIGUEN.
Parece mentira, los fantasmas no
existen. Sin embargo, nos persiguen a lo largo de toda nuestra vida.
Y, ¿a qué me refiero cuando hablo de
fantasmas? Fundamentalmente hablo de pensamientos
que nos juegan una mala pasada, que no dejan de hostigarnos constantemente, haciéndonos
sentir emociones negativas y llevándonos a situaciones incomodas.
Cuando entendemos que los fantasmas
los hemos creado a través de nuestros pensamientos, podemos aplicar la máxima que
dice: La realidad es neutra; no existe una en particular, buena o mala. Solo existe
lo que vemos; cuando lo hacemos, sin
cargas interpretativas. Es allí donde tenemos que poner la atención. Si logramos hacerlo, despejaremos esas
ilusiones que nublan nuestro entendimiento y la comprensión de la realidad.
A veces sucede, cuando estoy frente a
alguno de mis asistidos, escucho como traen a consulta esos fantasmas del
pasado, y cómo aparecen sus miedos y dudas. Me recuerda la fábula del Minotauro.
Cuando comienzas a preguntar e indagar cual es la razón de esos temores,
empiezan a darse cuenta, que en nada afectan la realidad que están viviendo. El pasado solamente existe en nuestra mente; cuando
somos capaces de entenderlo, nos damos cuenta de que no hay manera que pueda
hacernos daño. La única forma en que puede afectarnos, es que nosotros le demos
el poder que no tiene, para que cambie nuestra realidad.
Estamos acostumbrados a definir
nuestra vida por lo que pasó, no por lo que está sucediendo hoy. Podemos cambiar
el presente, para modificar el futuro. Pero, no podemos modificar el pasado. No
hay manera de hacerlo. Lo que ocurrió, simplemente ya pasó, y el único lugar en
donde está archivado es en nuestra mente. No importa como lo hayamos aprendido,
si lo hicimos bien o mal, o de forma correcta o incorrecta. No hay manera de
cambiar lo que pasó. El pasado no nos
define, si no le damos el poder de hacerlo.
El futuro no depende del pasado, a menos que no lo podamos soltar. Podemos
usarlo como un aprendizaje, pero no como la manera de concebir lo que puede
acontecer. En estas situaciones, sólo nosotros
tenemos el poder para tomar la decisión más conveniente.
Ciertamente, nuestra historia está
definida por lo que sucedió. Sin embargo, si somos capaces de mirar de forma
inquisitiva lo que recordamos y podemos reinterpretarlo de manera que nos
permita generar verdadero aprendizaje, ese pasado se convierte más bien en algo
poderoso, para ayudarnos a crecer, porque de alguna manera nos permite entender
qué es aquello que no queremos. Al entenderlo, seremos capaces de buscar lo que
necesitamos para hacer algo diferente y más beneficioso para todos.
Cuando nos damos cuenta de que lo que
decidimos en cada momento depende de nuestra comprensión en ese momento, y que
no hay manera de justificar ninguna otra decisión, porque la que tomamos fue correcta,
podemos estar en paz con nuestras decisiones, ya que no habría otra posible. Siempre
que escogemos un camino, lo hacemos desde el mayor espacio de bienestar y la intención
al hacerlo es que los resultados sean los mejores posibles para todos. Si somos capaces de entender que esto le
sucede también a todos los demás, entonces nos damos cuenta de que nadie nos
hace daño, sino que de alguna manera están ofreciéndonos lo mejor que ellos
pueden ofrendar en un momento dado.
Aquí también aparece el síndrome del
impostor, que es aquella vocecita interior que nos aterra y nos dice que no
somos lo suficientemente buenos, que no somos capaces, que no tenemos lo que se
necesita, etc. Cada uno de esos
pensamientos mina nuestra confianza y arruinan nuestras posibilidades de creer
en nosotros mismos y de ser capaces de desarrollarnos apropiadamente. Pero esa
idea, solo existe en nuestra mente. Quizás si nos atrevemos a validar nuestra imagen
o sensación con el otro, podemos darnos cuenta de que realmente tenemos la
capacidad y el poder de hacer muchas más cosas que las que nos imaginamos. Entonces,
aquí cabría decir, confía en ti y atrévete. Sobre todo suelta ese lastre que
tienes en la espalda y que no te permite liberarte de aquellas cosas que te
impiden ser tú mismo, crecer y ser feliz.
Suelta ya los fantasmas del pasado. Ya no
asustan; son solo parte de algo que vivimos en un momento dado y que nos
atemorizó. No necesitamos que nos acompañen el resto de nuestra vida. Cuando somos
capaces de ver a esos fantasmas a través de los lentes de nuestra consciencia,
simplemente desaparecen sin dejar rastro alguno.
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