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viernes, 23 de septiembre de 2022

EL ARTE DE PERMITIR

 





EL ARTE DE PERMITIR

 

Quizás una de las cosas que más cuesta, y en particular lo digo por mí, es lo que se conoce como el Arte de Permitir. Es aquello que te hace entender que tú eres lo que eres, y eso está bien, pero el otro también es como es, y eso también está bien.

 

Entender que el otro es un ser completamente válido y respetable, a veces nos parece difícil, porque estamos acostumbrados a avasallar, a tener la razón, a justificarnos siempre. Y sobre todo, cuando nos sentimos ofendidos, nos ponemos a la defensiva. Porque en ese caso nos enfrentamos al miedo, y eso nos hace reaccionar, quizás de forma agresiva, sin entender que el otro está reaccionando también, desde su muy particular y especial realidad.

 

Si fuéramos capaces de soltar todos los juicios, creencias y condicionamientos que venimos arrastrando a lo largo de nuestra vida, y tan solo por un instante tratásemos de poner en blanco nuestra mente, sin buscar esas referencias pasadas, quizás podríamos entender el llamado de ayuda que nos está haciendo el otro, desde su muy particular forma de ver el mundo.

 


Si por un momento, tan solo, fuésemos capaces de soltar los juicios y tuviésemos la valentía de observar, qué es lo que a esta persona lo está haciendo reaccionar de tal o cual manera, quizás las cosas y los resultados serían diferentes. Quizás no tendríamos tantos conflictos.

 

Que diferente seria el mundo sin juicios, que viviéramos con compasión y amor hacia el otro, que sólo quiere estar allí, y entender su vida de esa manera.

 

Cuando dejamos que nuestros juicios sobre el otro nos perturben, estamos decidiendo entregar nuestra vida y nuestra energía a algo que no vale la pena. Cuando nos empeñamos en luchar en una batalla inútil, lo más probable es que salgamos derrotados, dominados y agotados energéticamente por haber empleado ese espacio de tiempo, para tratar de imponer lo que nosotros creemos que es cierto, válido o “debe ser de esa manera”, porque así lo aprendí.

 

Quizás si tuviésemos el coraje de observar al otro y preguntarnos ¿Por qué reacciona de esta forma? ¿A qué le teme? ¿Cuáles son sus miedos?, cambiaria nuestra forma de ver la vida.

 


Cuando miramos desde el Ego, miramos a través de ese sistema de pensamiento que hemos construido, que tiene como estructura todos esos juicios y condicionamientos que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida.  Esa estructura conforma nuestra historia, la cual está llena de “juicios y medias verdades” que hemos aceptado como válidos. Cuando nos enfrentamos al otro, simplemente esa estructura se estremece con la realidad, y a veces se tambalea o fractura. Es allí cuando aparece el miedo. El miedo nos enfrenta a una parte de nuestra historia que queremos defender. No porque sea buena. No, porque nos guste. Es porque no sabemos qué puede pasar si perdemos esa pequeña parte de nuestra historia. Nos aferramos a ella con tanta fuerza, queriendo imponer nuestra verdad al otro. Y el otro, quiere imponer, a su vez, su verdad a nosotros. Allí en ese roce, aparece el resentimiento.

 

Podemos hacer una metáfora, diciendo que el resentimiento es el resultado del cruce de dos historias que creen que tienen la verdad en sus manos. Ese roce al rojo vivo, calienta nuestras estructuras y nos hace tratar de protegerlas con otros juicios alrededor que buscan tan solo de justificar lo que pensamos; no la verdad ni la realidad, a las que no les interesan nuestros puntos de vista. Lo único que queremos es defender un juicio o pensamiento tan vacío, que un simple puente lo puede derrumbar.

 

Por eso decimos que es importante construir puentes. Puentes que sean capaces de conectar dos ciudades, dos historias, dos interpretaciones, y ojala suceda, como en la historia donde dos hermanos se reconcilian al entender que lo que hubo, fue un simple mal entendido.

 

Cuando no somos capaces de Permitir que el otro sea lo que es, sin saberlo, nos estamos haciendo daño. En primer lugar porque no le estamos dando la libertad de crear su propia realidad. Cuando no permiten nuestra expansión nos sentimos mal, y cuando no permitimos la del otro, también nos sentimos fatal.

 

 Cuando solo aceptamos o toleramos la situación, lo que estamos haciendo es colocándonos en una posición de superioridad, juzgando al otro desde nuestra historia, desde nuestra mirada, desde nuestros propios juicios y condicionamientos, y solo estamos aceptando lo que sucede. Pero no nos sentimos bien. Y esto se nota, porque detrás de esta tolerancia, seguimos emitiendo juicios para justificar lo que hemos hecho.  No olvidemos que nuestro Sistema de Guía Emocional, es infalible, nos dice aquello que nos hace bien o mal. Si sentimos una emoción negativa, nos conectamos con el malestar, y conforme lo hagamos, atraeremos más malestar a nuestra vida.

 

Si somos capaces de Permitirle al otro que viva su realidad, lo estamos viendo desde otro punto de vista. Desde un punto de vista en el que entendemos que ese es su proceso, es su historia, es su vida, y respetamos lo que allí suceda. Cuando “observamos”, y tratamos de entenderlo, y además nos conectamos con la solución y no con el problema, podemos contribuir con respuestas y no salir afectados por el mismo.

 

Por ejemplo, si visitamos a unos amigos que están enfermos y queremos ayudarlos a sanar, conectémonos con la salud, con la solución de esa enfermedad. Si pensamos en más enfermedad, estaremos reforzando el problema de nuestros amigos, y esto hará que nos sintamos mal, y que además, no los apoyemos. Si nos enfocamos en la solución, lo más probable es que las cosas cambien para todos.

 

Algo muy común y que nos pasa siempre, es NO PERMITIR cuando vemos a otras personas hacer cosas que nos parecen imprudentes. Por ejemplo, en mi caso particular, cuando veo a un motorizado que se atraviesa frente a un carro, que viene en contra flecha o al contrario de la vía principal, que habla por el celular en plena autopista, que anda muy rápido por entre los carros o que no te permite pasar de un canal a otro.  Tratemos de entender su punto de vista. Tienen mucho miedo, de hecho si tienen un accidente no les va a ir bien. Normalmente están apurados, porque tienen varios trabajos, y tratan de cumplir con todos, para poder llevar dinero a sus casas.  En ese mismo orden, accidentarse ellos o sus motos, implica no poder llevar dinero a sus casas. Se lanzan de forma descuidada porque se han contado la historia de que son muy hábiles y pueden reaccionar con rapidez, esquivando lo que sea sin que suceda nada. A veces, dejan de lado la prudencia. También, tienen una hermandad en la que se sienten protegidos, pero al final no lo están. Saben que están solos y por eso andan siempre a la carrera y a la defensiva. Después de oír estas ideas y quizás alguno me podría dar otras razones, es posible que los veamos de manera diferente.

 

Si cumplimos con nuestra parte, es decir manejamos con prudencia, de forma consciente, respetamos y apreciamos al otro, y nos damos cuenta de su mirada, podemos ser empáticos y entender un poco de su mundo, y a la vez actuar de manera más sabia en estos casos. Cuántos de ellos no son padres de familia y personajes responsables y muy sanos, que como dicen ellos “chambean” con sus motos.

 


Así que PERMITE Y PERMÍTETE.

 

Para finalizar solo quiero agregar algunas ideas que nos permiten acercarnos un poco a la Paz. Así como la hace unos dias hablamos del IKIGAI, o de vivir la vida con sentido, hoy vamos a recordar brevemente algunas ideas:

(Siete lógicas aplastantes)

1.           Firma la paz con tu pasado, para no echar a perder tu presente.

2.           Lo que los otros piensan de ti, no es tu problema.

3.           El tiempo lo cura casi todo, dale tiempo al tiempo.

4.           Nunca te compares con los demás. No sabes de ni dónde vienen ni a donde van.

5.           Nada fuera de ti debe determinar tu felicidad. Busca en tu interior.

6.           Deja de pensar tanto. Sobre pensar es crear problemas donde no los hay.

7.           Sonríe. Si lo piensas bien siempre encontraras una buena razón.



 


Y recuerda, una persona a la que no le importa estar sola, es extremadamente poderosa. Porque cuando estas cómodo solo, no te conformas con menos de lo que vales. No negocias tus valores. Cuando sabes estar solo, la compañía es solo una opción, no una necesidad, así que te vuelves exigente. Los que saben estar solos, entienden que eso es mejor que estar con gente que te hace sentir solo. Cuando aprendas a estar solo, serás imparable.

 

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