¿A qué vinimos?
Esa pregunta nos la hemos hecho miles de veces, y lo más seguro es que nos hayamos dado diferentes respuestas. Voy a tratar de mostrar cual es mi mirada y lo que para mí significa esta pregunta.
Me he hecho esa pregunta infinidad de veces, y puedo decir quizás las distintas respuestas he encontrado en las distintas etapas de mi vida.
Cuando era niño, no recuerdo haberme cuestionado mi existencia, pero sí recuerdo haber sido feliz siendo simplemente lo que era, disfrutando de mis espacios y viviendo la vida como un infinito universo de juegos. Recuerdo haber disfrutado cada momento de mi infancia independientemente de los problemas que existían en el exterior. Siempre confié y fui feliz.
Luego vino la época en que quería demostrar algo. Y a quienes primero quise demostrar que era valioso fue a mis padres, que comenzaron a depositar sobre mí una serie de inquietudes y responsabilidades propias de ellos, nada que ver conmigo. Entonces me comencé a desvivir por hacer felices a mis padres, olvidándome de mí, y ocultando mis necesidades o deseos de cambio; empezaron a aparecer esas emociones negativas de rabia, frustración, culpa, etc., que limitaban mi personalidad. Después y casi al mismo tiempo, comenzó la competencia entre pares y aparecieron los conflictos con los otros, porque entendí que era diferente, pero a la vez quería sentirme validado, quería ser parte del grupo.
Posteriormente comenzó mi época de la rebeldía, aquella en donde quería imponer mi visión del mundo, mi personalidad, lo que yo empezaba a creer. Una visión limitada que había construido con lo poco que sabía, y comencé a ser cada vez más soberbio. Es difícil pensar que a los 20 años lo sabía todo. Me creí el dueño del mundo y de la verdad. Para mí era difícil en aquel momento, aceptar que la edad y la experiencia significaban algo. Seguí tratando de imponer mi verdad, mi visión limitada de la vida, y aumento mi frustración. E ese momento, los compañeros dejaron de ser pares y se convirtieron en competidores. Deje de tener amigos para tener colegas, y las relaciones fueron cada vez más de conveniencia.
Comencé la etapa del adulto joven y empecé a trabajar y ajustándome a los modelos de comportamiento que se esperaban de mí; adopte, como cualquiera, distintos roles; el profesor, el ejecutivo, el administrador, el gerente, el empleado, el médico, el abogado, el ingeniero, el líder, etc., y en ese juego de roles fui ocultando mi verdadero ser, y la razón por la cual estaba haciendo lo que hacía. Muchas veces ante la necesidad de ganar me apropie del personaje, y sin darme cuenta, deje de ser autentico, para representar un papel, una actuación, un modelo de algo en lo cual seguramente no creía. Por supuesto mi insatisfacción iba en aumento, quizás mientras mis bolsillos se llenaban, en algunos casos, en otros no sucedió así; y busque salidas en otras cosas, adiciones al trabajo, al sexo, al juego, a las excusas, etc. Lamentablemente eso nos lleva a convertimos, sin darnos cuenta, en seres patológicamente enfermos, que vamos arrastrando incomodidades en nuestro cuerpo y nuestra salud, llenándonos de enfermedades, de las cuales desconocemos las causas, pero intuimos qué lo produce.
Por supuesto, en mi vida amorosa, no todo era color de rosa. Aquello que aprendí en casa se convirtió en algo difícil de llevar adelante. Me encontré con parejas que a ciencia cierta en el tiempo, no supe cómo las escogí. ¿Por lo que decía la sociedad? ¿Por lo que creí conveniente? ¿Todavía me pregunto hoy cual fue la razón que me hizo tomar cada una de esas decisiones? Quizá porque creí el cuento de Disney o de los medios, o me adapte a la sociedad. Al final, no era feliz con lo que tenía, y me toco reinventarme o salir de la relación. Y eso me genero otras crisis que ni siquiera había imaginado. También debo agradecer, que recibí dos maravillosos regalos del Universo, que me dieron razón de seguir adelante y de hacer esto que ahora hago, porque entendí que parte de lo que venimos a hacer tiene que ver con dar mi aporte a los que siguen, para reducir el sufrimiento innecesario.
Y así fui viviendo, dando tumbos entre lo que creí que debía ser y lo que realmente era. Me pregunte muchas veces ¿Qué fue lo que me pasó? ¿En qué me equivoque? ¿Por qué no tengo lo que esperaba en este momento? ¿Qué fue lo que cambio? ¿Cuándo me desvié del camino? ¿A que vine?
Y algo que sucede es que no podemos predecir las crisis, las relaciones, las enfermedades, las muertes, los duelos, los cambios; y debemos enfrentarnos continuamente a ellas. Aprendemos entonces que la vida es impermanente, es un continuo cambio y transformación, algo que ni siquiera nos imaginábamos en un principio.
Con el tiempo comprendemos que la vida tiene su propio ritmo, su propio flow, su propia manera de re-crearse. Y no nos queda más nada que hacer que ajustarnos a ella, y entender que si queremos ser felices, todos aquellos juicios que aprendimos deben ser cuestionados, deben ser revisados, y en lo posible transformados. Comprendemos que lo más importante es vivir en el ahora, ya que es lo único que nos permite ser felices verdaderamente. En el Aquí y en el Ahora, soltamos los juicios, comenzamos a aceptar la vida tal como se nos presenta. De repente sucede algo maravilloso, y es que la vida nos sorprende con su propio ritmo, con sus propias maravillas; el Universo se hace cargo y nuestra vida se convierte en un verdadero disfrute, una verdadera aventura. Comenzamos a ser agradecidos con nuestra vida, con nuestro cuerpo, con nuestra historia y valoramos al máximo lo que somos y cada experiencia que vivimos. Comenzamos a apreciar la maravilla de estar vivos y de poder compartir esta experiencia con todos aquellos que aparecen en nuestras vidas. Entendemos que vienen a aprender como lo hacemos nosotros, y que cada uno vive su propio proceso, de esa forma, comenzamos a ser más compasivos con el otro y a entender que todo tiene su momento.
Empezamos a desmontar nuestras creencias, y nos damos cuenta de que aquello en lo que creíamos nunca fue verdad. Y es allí cuando al soltar esas ideas nuestra dicha y nuestra paz aumenta, porque entendemos que todo lo que sucedió era parte de una experiencia en la que nosotros no éramos más que unos buenos actores, ya que nos creímos el guion. Ahora seguimos representando lo papeles, pero como somos conscientes de lo que sucede, no nos involucramos en los papeles y dejamos de sufrir. Nos damos cuenta de que venimos a ser felices, dichosos y a vivir en paz.
Ojala que esta reflexión te haya servido de algo. Espero que te hayas conectado, y que sirva de ayuda para que puedas alcanzar ese estado de dicha y paz lo antes posible. Ojala tu insatisfacción e inseguridad puedan ser sustituidas por la confianza y la fe de que estás haciendo lo correcto, y todo lo posible por ser tú mismo. Y espero que puedas entender que ser “autentico” tiene el mayor sentido posible.
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