domingo, 30 de abril de 2023

COACHING ONTOLÓGICO - ENTENDIENDO EL RESENTIMIENTO

 



ENTENDIENDO EL RESENTIMIENTO.

 

El resentimiento nos convierte en esclavos.

Frederick Nietzsche.

 

Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Qué es el resentimiento?

 

“El resentimiento está vinculado al estado emocional de la rabia o ira, sin embargo ésta se manifiesta abiertamente. El resentimiento por el contrario, permanece escondido, se mantiene como una conversación oculta. Crece en el silencio y rara vez se manifiesta directamente.” (Rafael Echeverría, Ontología del Lenguaje, pág. 183)

 

El resentimiento crea un estado de ánimo, gobernado por una emoción negativa como lo es la rabia, que limita las posibilidades de accionar del individuo.  Normalmente está acompañado por juicios de factibilidad o posibilidad, que impiden alcanzar lo que el individuo desea o siente que le conviene.

 

Esos juicios presentes son aprendizajes que has acumulado, experiencias que has tenido a lo largo de tu vida y que son parte de tu interpretación particular de la realidad.  En ningún momento significa que sean ciertas.

 

Todos esos juicios son historias que te has contado en relación a quién crees que eres, no a quien realmente eres.  Esas historias con las que te identificas, te limitan. Tú tienes un potencial infinito de posibilidades.

 

No hay nada que pueda limitarte. Lo único que te limita son tus creencias. Además, realmente nunca ha pasado nada. Solo sucede aquello que tú crees que sucede, que sirve de soporte a la historia que te has contado.

 

La historia que te has contado, te define.  Crees que eres de tal o cual forma. Todo lo que haces tiene que ver con esa personalidad que piensas que eres.  En otras palabras, lo que sucede tiene que ver con tus juicios personales, que confirman la historia sobre quien tú afirmas que eres.

 

Cada uno de nosotros nos contamos historias diferentes, pero además, estas historias están magistralmente entrelazadas, a tal punto que le dan vida a historias mayores. Es como si estuviéramos desarrollando el guión de una obra de teatro, donde cada personaje interactúa perfectamente con los demás actores, desde distintas perspectivas. Cada compañero se constituye en un espejo de aprendizaje que nos permite ver en él, aquellas cosas que no vemos de nosotros mismos.

 


No vemos el fluir de la vida tal como sucede, sino tal como creemos que sucede. Y hay una gran diferencia. Si piensas que aquello que afirmas que sucede, realmente nunca sucedió, sino que fue parte de tu interpretación sesgada de la realidad, entonces te darás cuenta de que no hay motivos para tener resentimiento, estar molesto o tener miedo.  Todo lo que crees que sucede, ocurre solamente en tu mente, nunca en la realidad. Todo aquello que te aleja del otro o te molesta, forma parte de tus ideas, no de lo que efectivamente sucede.

 

Cuando nos damos cuenta de esto, volvemos a un estado natural de dicha y paz infinita, propia quizás de aquellos santos y sabios de la antigüedad que entendieron ese maravilloso estado. Allí podemos comprender por qué ellos hablan de la aceptación y el desapego.  La aceptación para entender que todo fluye de acuerdo a un plan de la naturaleza, que desconocemos. Hay un flujo continuo y una constante transformación de las energías, a través de un continuo que llamamos vida. Ese concepto de lo que es vida, es como aquello inmutable con miles de posibilidades que se producen todo el tiempo; siendo el tiempo un concepto inventado por el hombre, que tan solo nos habla de la velocidad de cambio de esos procesos.

 

Por otro lado, está el desapego, que nos invita a no permanecer anclados a unos juicios, creencias, patrones, programaciones, etc., habituales. Nos dice que estemos dispuestos a abrirnos a las infinitas posibilidades que nos plantea la realidad.

 

Cuando vemos la realidad de cierta manera, todo lo que vemos confirma la forma como la vemos. Sin embargo, si tenemos la voluntad de cambiar nuestra mirada, y descubrir nuevas posibilidades, encontraremos caminos diferentes a los actuales que nos acercarán a inéditos estados, que ni siquiera imaginamos. Las nuevas oportunidades son infinitas, solo depende que seamos capaces de aceptarlo.

 

Si podemos llevar a la consciencia aquellos pensamientos que han marcado nuestra vida, y que están en la profundidad del inconsciente, es posible que podamos descubrir y alcanzar nuevas metas.

 

Por ejemplo, si profundizo en mis pensamientos, descubro que tengo una creencia de ser: “el niño bueno”. ¿Por qué? Porque sentí que de esa manera garantizaba el amor de mis padres.  Quizás sentía rechazo o abandono si no adoptaba esa conducta, y con el tiempo la fui adoptando. En mi época, era normal, ya que debías ser un niño bueno y obediente, porque eso era lo que tus padres esperaban de ti.  Entonces, como niño asumí responsabilidades que no me correspondían, callé muchas veces para no decir aquello que me molestaba, cedí para no discutir y convertirme en rebelde, acepté decisiones y compromisos que no debí, solo por demostrar que seguía siendo un “niño bueno”.  Lamentablemente, ese síndrome del “niño bueno” me ha acompañado durante toda mi vida, llevándome a sentirme incómodo, molesto, humillado o maltratado por diferentes personas, asumiendo responsabilidades que no me correspondían, ansiando un estado de soledad e independencia, para alejarme, porque no me sentía lo suficientemente “bueno”.

 

Por tanto, lo que sucedió en mi vida, como resultado de esa interpretación es mi responsabilidad. Con este pensamiento en mente, asumo la responsabilidad de cambiar la creencia, y ser capaz de vivir en paz y dicha eterna. Me sucede, cuando veo a los niños, y disfruto su inocencia y felicidad, entiendo que ese es nuestro estado natural.  Un estado de dicha y tranquilidad que te permite vivir, acumulando experiencias, disfrutando del presente, encontrándote contigo mismo y haciendo lo único que puedes hacer en ese estado que es: amar al otro tanto como a ti mismo.

 

Nadie tiene el poder sobre tu vida, a menos que tú se lo entregues. Si vives en resentimiento, le otorgas el poder al fantasma que te molesta o incomoda. Y aunque el otro no lo sepa, permaneces rumiando lo que crees que sucede, sin conseguir soluciones.

 

Es entonces cuando debemos buscar alternativas a través de conversaciones; hacer solicitudes, o quizás emplear la asertividad como una herramienta para liberarnos de las ataduras mentales que tenemos.  El perdón como mecanismo que nos ayuda a entender que lo que creemos que sucedió, nunca sucedió, es la herramienta apropiada para trabajar esos juicios.   

 

Cuando entiendes que nada pasó, sino que esas creencias que forman parte de tu identidad, no son más que ideas y juicios que hiciste acerca de lo que sucedió, que pueden ser modificados.  Es una interpretación muy particular de lo que debió pasar en tu vida, que añade información a esa historia que crees que eres. Nunca nadie te hizo nada. Todo lo que piensas que sucede es resultado de tu propia ignorancia y de la ilusión en la que vives.  Nunca nadie te hizo nada. Si preguntas a otros, encontrarás tantas versiones como protagonistas. Por lo tanto, no existe algo que sea mi realidad particular. Mis padres me dieron la educación que ellos consideraron que era la mejor que podían ofrecerme. Lo hicieron desde el amor. La interpretación de lo que sucedió es exclusivamente mía. Cuando me empodero, puedo cambiar lo que me sucede.

 


Ahora bien, ¿Cómo se reproducen esas historias o patrones en nuestras vidas? Entendamos que somos como un ordenador. Cuando despertamos, cuando entramos en consciencia al levantarnos en las mañanas, nuestra mente se resetea, y sube a la memoria todo aquello que creemos que forma parte de nuestra vida. En milésimas de segundo, me digo mi nombre, edad, quien creo que soy, lo que creo que tengo, etc. Y desde allí continúas contándote la historia que siempre te has contado, donde el nuevo día sirve para añadir un nuevo capítulo a tu drama.  Lo mismo sucede con todos los demás. Cada uno se resetea al despertar, y luego, entrelazamos las historias, para formar un relato compartido de familia, grupo, trabajo, etc., donde nos sentimos participes.  Cada uno interpreta al mundo de la forma diferente, tal como lo ves, no como realmente es.

 

En mi caso, si yo adopto la personalidad del “niño bueno” iré sumando diariamente todos aquellos actos que coincidan con aquello que creo, acorde a mi sistema de pensamiento. ¿Qué pasa cuando ese sistema de pensamiento falla? Entramos entonces en un quiebre, o buscamos de reinterpretar lo que ocurre de acuerdo a nuestra historia; escudriñamos nuevas explicaciones; pero siempre intentamos que mantengan la base de nuestras creencias.

 

Si una creencia que hemos desarrollado en nuestra vida, es por ejemplo la escasez, sin importar que estemos frente a una mina de diamantes, solo veremos limitación, carencia y penuria. Pero, esa es nuestra mirada, no la apreciación del otro.  Por lo tanto, si fuéramos capaces de cambiar nuestra interpretación, podríamos entender que estamos frente a un sinfín de posibilidades.

 

La historia que nos contamos también afecta nuestro cuerpo.  Nuestros dominios básicos están entrelazados, es decir, cuerpo, emoción y lenguaje se conectan e integran. Todo aquello que sucede en nuestros dominios emocionales y lingüísticos, se manifiesta en nuestro cuerpo. De allí que nuestra biografía determine nuestra biología, como bien lo menciona Caroline Myss. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que todo lo que sucede en tu cuerpo es resultado de tus pensamientos, creencias, juicios y patrones. Por lo tanto, cuando te sientas limitado, pregúntate, ¿Qué me limita?

 

De allí que sea posible alcanzar de nuevo nuestro equilibrio, si asumimos el poder de cambiar esos pensamientos que limitan nuestra vida. No solamente desde el punto de vista mental y emocional, sino inclusive desde el punto de vista corporal.  El poder que tiene nuestra mente es infinito, inclusive puede mover montañas si nos lo proponemos.

 

La realidad es neutra. Es una frase que me encanta.  Nada sucede en tu contra, no hay nada que sea a tu favor o en tu contra en esta vida. Son tus interpretaciones las que les conceden ese matiz o ese color.  Si podemos entender que lo único que nos agobia es aquello a lo que le damos permiso, entonces nuestra vida dará un giro de 180˚.

 

El desarrollo de nuestra inteligencia emocional, es un compromiso que debemos adquirir con nosotros mismos, para hacernos diestros en el manejo de nuestras emociones, reconocerlas y procesarlas. Las emociones son naturales, y como seres vivos, las sentimos. No hay emociones buenas o malas. Cada una de ellas representa mecanismos de acción para enfrentar determinadas situaciones.  Entenderlas y aceptarlas es necesario, a fin de poder reaccionar apropiadamente, y manejar la energía involucrada en dicha emoción.  No olvidemos que esas energías afectan nuestro cuerpo de diferente manera, generando desequilibrios en diferentes sistemas. El cuerpo funciona de forma integral u holística. Si aprendemos a manejar las emociones, seremos capaces de sanar y limpiar aquellas energías que nos afectan.

 

Cambiando nuestra mirada, limpiando nuestra mente de juicios y creencias limitantes, mejorara de forma inmediata la forma cómo nos sentimos. Es parte de la higiene mental que debemos hacer a diario.  Una meditación en silencio nos ayuda a sacar aquellas creencias inconscientes, llevarlas hasta nuestra consciencia y trabajarlas. Si no podemos hacerlo acudamos a profesionales que nos ayuden como un coach o un psicólogo.  Pero sobre todo, recordemos que la realidad es neutra y que lo que creemos que pasó, en realidad nunca sucedió.

 

 

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