SOLTAR EL APEGO EMOCIONAL
En nuestro programa de Radio,
estuvimos conversando acerca del apego emocional y como nos afecta. Para ello
trajimos una pequeña historia que sirvió de ilustración al tema que queremos
tratar. A continuación, del libro Relatos Eternos, de José María Doria.
SOLTAR LA CUERDA
Tshunulama era una muchacha que sentía su corazón esclavizado por una
relación de amor. Y por más lágrimas que sus ojos derramaban, y por más que su
mente le decía que tenía que soltar y nacer a la verdadera independencia, su
corazón no sabía cómo salir del torturador apego que padecía. Noche tras noche,
tan solo experimentaba un recuerdo obsesivo de aquel ser ante el que se sentía
ignorada y humillada.
Tshunulama estaba confusa y frustrada, cada vez comía menos y no
mostraba verdadero interés por nada. Así pasaban las horas y los días, atrapada
en temores e imágenes pasadas, mientras contemplaba el cielo del atardecer
deseando que su vida terminara. Tshunulama sentía que se había convertido en una esclava del recuerdo, agarrada a
una cuerda de su memoria que no podía soltar su mano aferrada. Soltar...tan sólo de pensarlo el miedo
aterrador la invadía...
Un día aparentemente como otro cualquiera, soñó que saliendo de su
corazón, aparecía ante su vista la imagen de un anciano de ojos profundos y de
mirada familiar y sabia... Aquel anciano, dirigiéndose a ella pleno de ternura,
le dijo:
“Basta, no temas, suelta la cuerda que ata tu vida y esclaviza tu
alma.”
“No puedo, es que no puedo” -Respondió Tshunulama- “Me da miedo,
caería, siento que me moriría... es superior a mí”...
“No es así”. Contestó él. “Desde que tu corazón se siente esclavo,
has dejado de vivir tu propia vida. Tú eres capaz de soltar Tshunulama, cuando
así lo hagas, tú sabes en lo más profundo de ti que sentirás un gozo muy
intenso y la paz que mereces. Anda, comienza por soltar un dedo”
“No puedo”, decía ella. “No obstante, ¿podré hacerlo? ¿Será
seguro? ¿Tengo el coraje suficiente? Se preguntaba en pleno conflicto. De
pronto, aprovechando una brisa de esperanza, soltó un dedo y aceptó el
riesgo... Al momento, se sintió aliviada al ver que no caía, ni nada terrible
sucedía, sino que por el contrario una sensación de libertad y paz acariciaban
su alma... Pero, ¿sería posible mantener aquella paz y felicidad? se preguntaba
comenzando a sentir las sombras de las emociones y ataduras viejas...
“Confía en mí, le dijo el anciano, respira hondo y mira en tu
interior”...
Tshunulama siguiendo sus indicaciones sintió que podía ver con
claridad sus miedos, y con una serenidad inusitada contempló a las partes más
ruidosas de su mente proclamando que soltar más la cuerda sería una locura...
voces asustadas que le advertían que el hecho de soltar iba en contra de todo
lo que había hasta entonces deseado e incluso aprendido... Sentía que si
soltaba, lo que en realidad, le esperaba era un oscuro abismo de desamor y
soledad.
¿”Deseo realmente la
libertad y la autonomía como para arriesgar lo que tanto aprecio”? Se
decía. ¿”Cómo puedo estar segura de que no caeré”? Tshunulama respirando
profundamente, comenzó a explorar sus miedos y sus deseos ¿Qué era realmente lo
que quería de la vida? ¿Cuáles eran sus verdaderos propósitos? ¿Para qué había
nacido? Sin darse casi cuenta, su mente se ensanchaba...
Poco a poco, comenzó a sentir sus dedos más sueltos y conforme
permitía que algo muy profundo aflojara su mano aferrada, también una corriente
de paz y renacimiento brotaba en su alma...
Ya tan sólo quedaba un dedo asido fuertemente a la cuerda que la
esclavizaba... una parte de ella le decía que ya debía haberse caído a ese abismo
que tanto temía... sabía que soltar ese último dedo era algo que dependía
exclusivamente de ella... intuía que sus miedos eran tan sólo fantasmas de su
mente, recuerdos de viejas pérdidas, memorias de antiguas heridas que se
agolpaban y confundían su cabeza.
Confiando en su intuición, aflojó el último dedo y, de pronto,
observó que nada sucedía... comprobó que permanecía exactamente donde estaba...
y entonces se dio cuenta atónita que había estado todo el tiempo sobre el
suelo... todos sus miedos tan sólo habían sido vividos en su mente... podía
salir, abrir puertas y ventanas, sentir el horizonte y respirar la fuerza de la
vida que en su interior ya circulaba. Todo el Universo renacía en el rostro
sonriente de una nueva Tshunulama.
Su corazón era libre y ya
podía aprender a sentir qué era el verdadero amor y libertad que intuía su
alma.
ALGUNAS IDEAS:
Cuando tenemos estos apegos emocionales, somos esclavos de
nuestros pensamientos, que no permiten que liberemos los miedos y las
dudas. Tenemos tanto miedo de soltar,
que se convierte en una atadura difícil de separar. Lamentablemente, este vínculo nos conduce al
sufrimiento, ya que mentalmente nos deja pegados a esa situación.
Cuando finalmente entendemos que tenemos el poder de liberarnos de
esos miedos, que no pasa nada, y además, que la vida cambia por completo, es
entonces cuando entendemos que estuvimos atados a una ilusión que nos mantuvo
presos innecesariamente.
2. ¿Cómo podemos manejarlo? Podemos preguntarnos honestamente, ¿qué es lo peor que puede pasarnos si soltamos? Si somos capaces de ver ese miedo y lo que genera en nosotros, seremos capaces de seguir adelante.
3. ¿Soltar el apego es como un duelo? Más bien es una liberación. Es una idea que hemos atesorado durante mucho tiempo, y que deja de tener utilidad. Desaparece. Podemos estar apegados a lo que creemos que somos, a un amor imposible, a un sueño inalcanzable, etc.
4. ¿Cómo reconocemos que estamos apegados? En estos casos, hay un sufrimiento que nos mantiene pegados a esa sensación.
5. ¿Somos conscientes del apego? No necesariamente. Puede incluso formar parte de una creencia profundamente arraigada en cada uno de nosotros.
6. ¿El apego conduce al sufrimiento? Sin lugar a dudas.
7. ¿Dónde está el sufrimiento? Solo se encuentra en nuestra mente.
8. ¿Cómo podemos liberarnos del apego? Reconociendo que está presente, que nos limita, y que hay más posibilidades sin él, que con él.
9. ¿Qué podemos hacer para soltarlo? En primer lugar, reconocerlo. Cuando lo hayamos hecho, lo que nos queda es liberarnos del apego. Quizás no podemos ver que lo tenemos, incluso puede ser una adicción muy fuerte que no sabemos de donde proviene. En ese caso debemos buscar ayuda.
10. ¿Nos comprometemos cuando estamos apegados? No deberíamos hacerlo, ya que no vamos a tener una relación sana con el objeto del apego.
11. ¿Qué relación tiene el apego con el miedo? Están indisolublemente conectados. El apego nos hace sentir la amenaza de la ausencia.
Mantenernos atados a una persona, un
trabajo, una idea, a un pensamiento, a un juicio, a una creencia, etc., consumen
una enorme cantidad de energía, y además nos mantiene en un continuo estado de
sufrimiento que debilita nuestras defensas, nuestro cuerpo. Sólo por un momento
imaginemos el poder que pudiéramos tener si elimináramos nuestros apegos, y empleáramos
esa energía para tener una vida plena y satisfactoria.
Te invito a liberarte de tus apegos y
creencias limitantes. Si no sabes cómo, simplemente pregúntame.
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