MANEJANDO LA EMOCIONALIDAD
Es posible que a veces nos
preguntemos: ¿Está bien ser emocional?
Y si, es completamente perfecto.
Los seres humanos somos seres
emocionales y es natural que las tengamos. Reconocerlas y saber manejarlas es
parte de nuestros aprendizajes.
Es posible que en el pasado nos
dijeran que estaba mal demostrar emociones. Aprendimos a esconderlas y a no
expresar lo que realmente sentíamos. Posiblemente,
esto fue consecuencia de aprendizajes de nuestros padres, familiares cercanos o
cuidadores, que asociaban emocionalidad con debilidad, y temían, que eso nos
pudiera hacernos daño.
Pero lo que quizás no pensaron es que,
a veces, la fuerza de voluntad proviene justamente de nuestras emociones. Las emociones y la energía van de la mano.
Cuando entendemos que la vulnerabilidad es una expresión que nos acerca al
límite, nos obliga a cambiar, comprendemos el coraje que se encuentra detrás de
esa supuesta debilidad. En otras palabras, cuando ya no tienes nada que perder,
no tienes de que preocuparte y solo te queda avanzar.
Como hemos dicho varias veces en
este Blog, yin y yang. Cuando estamos en
un extremo yin viene yang, y viceversa.
Las emociones son parte de nosotros,
cuando las admitimos, comprendemos que es necesario expresarlas, lo cual nos
lleva a aceptarlas y reconocerlas, entendiendo lo que quieren decirnos.
Las emociones tienen energía y forman
parte de nuestra historia. Las hemos
aprendido, a lo largo de nuestra vida. Son
patrones de conducta relacionados con el miedo, la rabia, celos, aflicciones,
tristezas, depresión, histerias, bondad, compasión, amor, alegría, etc.
Como aprendemos por repetición,
estos patrones de conducta aparecen cuando hay algo que nos recuerda aquello
que aprendimos. Entonces, acudimos a nuestra memoria y respondemos tal como lo
aprendimos, y no necesariamente acorde con la situación que hayamos vivido o
que estemos viviendo en ese instante.
Por ejemplo, hay aprendizajes que
denominamos heridas de la infancia según Lise Bourbeau, que corresponden con:
1. El abandono.
2. El rechazo.
3. La injusticia.
4. La humillación.
5. La traición.
Estas heridas conviene reconocerlas
en sus manifestaciones en nuestro presente, después comprender su origen
(suceso real o interpretación del mismo), aceptándolas sin juzgar y aprender de
la experiencia; en su momento será el tiempo de perdonar nuestra percepción y
permitirnos soltar.
Si por ejemplo, sentimos que fuimos
abandonados, tendremos la máscara de la dependencia; esa herida nos acompañará
a lo largo de nuestra vida, hasta que la hagamos consciente y comencemos a
trabajarla. Cuando nos “damos cuenta” y
comprendemos las reacciones que genera, es posible tomar el control de las
situaciones y reaccionar acorde a lo que estamos viviendo en el momento,
dejando de lado nuestra vieja herida.
Además, es posible que como estamos
acostumbrados a esa conducta o patrón, en nuestra vida se presenten muchas
situaciones en las cuales nos sentimos abandonados. Nuestra conducta será
probablemente actuar de forma sumisa ante esas situaciones, porque tenemos
miedo de ser abandonados, independientemente de que esa no sea para nada la
situación.
Por ejemplo, si como niño sentí que
debía ser sumiso para ser valorado, que debía mantenerme callado y aceptar las
imposiciones de los mayores, es posible que en muchas situaciones, sin darme
cuenta, reaccionara con conductas de mansedumbre, que me hicieron perder
oportunidades, e inclusive me llevó a aceptar situaciones o relaciones poco
convenientes. Inclusive esto puede
generar una reacción en contrario, es decir convertirte en una persona rebelde
con problemas para aceptar la autoridad.
Cuando entiendo que estos
comportamientos son patrones de conducta aprendidos, que no tienen nada que ver
con el amor, sino que de alguna manera son emociones mal manejadas, es cuando
puedo cambiar las respuestas y protegerme a mí mismo, con el amor que corresponde.
De la misma manera, y hablo por experiencia,
como sentimos que esas situaciones “no eran” importantes, no trabajamos
nuestros problemas psicológicos, y crecimos reaccionando ante aprendizajes
errados. Que distinto sería si
hubiésemos manejado esas emociones de forma diferente, tratándolas con algún
coach o psicólogo que pudiera brindarnos una mirada diferente.
Hoy día tenemos esos recursos a
nuestra disposición, no solo para nosotros, sino también para toda la familia. Empleando
esos elementos, tendremos personas con más madurez emocional, que pueden
trabajar esas situaciones y dejarían de cometer los errores en los que nosotros
incurrimos innecesariamente.
UCDM (Un Curso de Milagros) nos
aporta una sencilla respuesta, la cual es simplemente olvidar que todo eso
sucedió, expiando (perdonando) nuestro pasado. Haciéndolo, entendemos que lo
que sucedió no fue como lo interpretamos, lo cual permite soltar situaciones
que pueden estar afectando nuestro crecimiento.
Las cosas que suceden, no las
interpretamos realmente como ocurrieron, sino como las vimos en ese momento,
con el nivel de conciencia que disponíamos. Es posible que esa explicación haya
sido registradas de forma tal, que cuando se presente una situación equivalente
reaccionemos del mismo modo. Depende de
nosotros ver que las cosas suceden como deben suceder, y que podemos decidir
ver las cosas como son y no como creemos que son. Nada nos agrede, somos nosotros los que
convertimos situaciones en complicaciones innecesarias.
Es hora de reflexionar y poner de
nuestra parte, para dejar de arrastrar esas historias que nos contamos. Las historias son parte del personaje que representamos;
recordemos que no somos ese “minúsculo” personaje. Somos mucho más que ese actor de teatro, enamorado
del guion de la obra.
En tu caso, ¿Cómo sientes que te afectaron esas situaciones?
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