LA IMPORTANCIA DE LOS CIERRES.
Todos los procesos en nuestra vida
tienen un comienzo y un final. En cada
uno de esos extremos, debemos vivir a plenitud la situación que estemos atravesando,
a fin de honrar el aprendizaje que nos corresponde.
Normalmente, estamos abriendo procesos. Ya sea que comencemos un trabajo, una relación,
una profesión, un viaje, etc. Cuando lo
hacemos, nos llenamos de expectativas en
relación a lo que esperamos obtener y aprender de dicho proceso. Podemos ser hábiles
en comenzar procesos, pero también es más importante que sepamos cerrarlos.
Cuando dejamos algo abierto en
nuestras vidas, una situación, una conversación, algo que debí decir y no dije,
muchas veces ese sentimiento de incompletitud nos acompaña a lo largo de
nuestras vidas, y sentimos que algo faltó. Quizás, lo que debemos entender en
ese momento, es que hicimos lo mejor que pudimos, y eso nos permitió llegar
hasta allí. No hay nada de que arrepentirse o avergonzarse. Cada uno de
nosotros tiene procesos particulares que vivir.
Otras veces, hacemos algo sin estar
convencidos de la importancia o de lo que eso puede significar para nuestro
futuro; no le damos la suficiente importancia, o no valoramos la experiencia
que nos entrega.
En esos casos, es importante hacernos
el firme propósito de honrar el proceso y hacer el cierre, con una breve celebración,
en donde demos gracias al universo por la oportunidad de haber vivido esa
experiencia y de haberla terminado. Agradecemos
el aprendizaje que esa prueba o experimento nos dejó, valorando todo aquello
que logramos cursar.
Cuando somos capaces de hacerlo, nos
estamos valorando y respetando un poco más, ya que agradecer nuestro esfuerzo,
conlleva un reconocimiento de que lo hicimos y que pudimos terminarlo.
Conversando con un profesor en estos
días sobre manejo de Proyectos, él comentaba la importancia que tiene hacer el
cierre del mismo, y además celebrarlo. Eso,
nos decía, te da la oportunidad de reconocer los logros y fracasos que
tuvo el equipo a lo largo del camino, generar
los aprendizajes, para que mañana cuando tengamos un nuevo proyecto, seamos
capaces de aprovechar lo aprendido.
¿Te imaginas el alcance que tendría para
nuestros procesos personales, hacer un alto en el camino, reconocer nuestros éxitos
o fracasos, resumir lo aprendido y seguir adelante?
El mundo de hoy se caracteriza por
la rapidez con la que queremos las cosas. Estamos más pendientes de obtener lo
que queremos, tratando de abarcar todo lo que sea posible, antes de aprovechar
nuestro espacio de tiempo.
Tenemos una vida limitada en este
plano, aunque a veces creamos que no es así. Lo que sí es seguro es que físicamente
vamos a desaparecer en algún momento. Entonces, ¿por qué no vivir la vida con
ese ánimo que nos invita a descubrir cosas nuevas todos los días, y a disfrutar
del regalo que nos ofrece?
En nuestro mundo, terminamos
relaciones por whatsapp, y lo más impresionante, renunciamos a puestos de responsabilidad
por twitter. Tenemos miedo de dar la cara, y reconocer nuestros errores. No los
llamemos errores, son experiencias.
Recientemente me toco hurgar dentro
de mis viejos papeles, buscando un certificado de notas de cuando estudiaba en
la Universidad. Me di cuenta de que no reconocí mis logros en su momento. Me falto
honrar ese espacio de tiempo y mi trabajo.
Recordé que en ese momento estaba tan apurado y necesitado de
reconocimientos egoístas, que no me di el espacio necesario para mirar atrás y
ver lo que había avanzado. Este recuerdo me hizo cuestionarme otras situaciones
que no había cerrado apropiadamente, entendiendo la importancia del cierre. Recuerdo que mi profesor de tesis de la
Universidad me dijo siempre, todo tiene que cerrarse o terminarse. No dejes
nada abierto. Hoy entiendo el significado de sus palabras.
En la filosofía Taoísta, se habla
del yin y del yang como dos polaridades opuestas y complementarias, que siempre
buscan el equilibrio. Abrir y cerrar es
lo mismo, nuestro trabajo es buscar el sano equilibrio entre las dos acciones.
Estamos en este plano para aprender,
y derrotar nuestra mente egoísta que nos flagela innecesariamente. Si tan solo entendiéramos la simpleza de la
vida, seriamos capaces de vivirla y disfrutarla a plenitud.
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