miércoles, 22 de marzo de 2023

EL CAMINO DE LA VIDA

 



EL CAMINO DE LA VIDA

 

En un lejano reino de Occidente, vivía una hermosa joven llamada Viviana que crecía alegre y feliz en el seno de una familia de hilanderos, una familia experta en el arte de fabricar cuerdas para los usos más variados que se pudiera imaginar. Viviana, conforme se iba haciendo mujer compartía los trabajos y aprendía a la perfección el manejo de sus manos, con lo que ya a edad temprana, había alcanzado una destreza digna de los mejores maestros.

 

Un día de primavera, su padre, acercándose a ella, le dijo: "Querida hija, como ya eres una mujer, sería conveniente que vinieras conmigo en la próxima travesía por mar. Tengo transacciones que realizar en las Islas del Mar Mediterráneo y pienso que además de ayudarme en mis tareas y conocer mundo, tal vez encuentres un joven honrado y de buena posición con el que quieras formar una familia".

 

Viviana aceptó encantada la propuesta de su padre y se puso de inmediato a preparar todo lo necesario. Llegado el momento de partir, emprendieron el camino y tras varias semanas de viaje llegaron a su primer destino. Una vez allí y, mientras el padre realizaba sus negocios y formalizaba pactos, Viviana soñaba con el esposo que, de un momento a otro, podría aparecer y, de inmediato, reconocería.

 

Pero de pronto, cuando se encontraban en alta mar camino de Creta, se levantó una tormenta con un oleaje tan terrible que el barco terminó por naufragar.

 

Entre vientos y grandes olas, Viviana cayó al mar y, tras unas horas de angustia, fue llevada por la marea hasta una playa cercana. Su padre había muerto y ella se sentía totalmente hundida y desamparada.

 

Pasadas algunas horas, y ya bajo el sol del mediodía, Viviana vagaba por la arena pensando en su suerte y en sus grandes sueños rotos... así pasaron varias horas, hasta que al fin, fue encontrada por una familia de tejedores que por aquellas cercanías vivía, los cuales a pesar de ser pobres, la acogieron en su casa como si de una hija más se tratase, con la intención de compartir su comida y su oficio.

 


Viviana se entregó a los trabajos de aquella familia y, poco a poco, fue haciéndose una experta en la confección de las telas. Pasado un tiempo, Viviana ya conocía los secretos de los más extraños tejidos. De esta manera, la joven iniciaba una segunda vida, en la que llegó a ser plenamente feliz, reconciliada con su suerte y su destino.

 

Pero llegó un día, en el que hallándose sentada en la playa sonriendo al horizonte, desembarcó una banda de mercaderes de esclavos que, sorprendiéndola de súbito, se la llevaron presa junto con otro grupo de cautivos.

 

A pesar de lamentarse amargamente por su suerte, no encontró compasión por parte de ninguno de sus captores, quienes la llevaron a Estambul y finalmente la vendieron como esclava. Por segunda vez su mundo se había derrumbado. Una vez más, lloraba amargamente, entristecida por su suerte...

 

Sin embargo, sucedió algo que cambiaría de nuevo el rumbo de su vida. Aquel día, casualmente en el mercado había pocos compradores. Pero entre ellos se encontraba un rico mercader que buscaba esclavos para su próspera planta de fabricación de mástiles. Cuando vio el abatimiento de la muchacha, sintió compasión por ella y decidió comprarla pensando que, de este modo, podría ofrecerle una vida más digna.

 

Más tarde, llevando a Viviana a su hogar con intención de hacer de ella una ayudante para su esposa, se enteró de que un incendio había arruinado sus cargamentos y acabado con todas sus existencias... por lo que no pudiendo afrontar los gastos que le ocasionaba tener trabajadores, se quedó tan sólo con Viviana que, junto a él y su esposa, llevarían a cabo la tarea de fabricar mástiles de verdadera artesanía.

 


Viviana agradecida al mercader por haberla rescatado, trabajó con tanta entrega y diligencia que consiguió a los pocos años llegar ser una auténtica experta en la fabricación de toda clase postes y mástiles, por difíciles que estos fuesen de resolver. Al poco tiempo, su amo en agradecimiento a los buenos servicios, le concedió la libertad, pasando a trabajar para él como ayudante de confianza. Fue así como consiguió ser feliz y plenamente dichosa en ésta, su tercera profesión.

 

Así pasó el tiempo hasta que un día, aquel buen hombre le dijo: "Viviana, yo ya voy siendo viejo y, quiero que, en esta ocasión, seas tú quien vaya a Java a entregar unos mástiles de gran valor. Asegúrate en mi nombre de venderlos con provecho".

 

Ella se puso en camino contenta y feliz de viajar hacia su tan soñado Oriente... pero ¡Oh destino! cuando el barco estuvo frente a las costas de China, un terrible tifón lo hizo naufragar y, ¡Horror! Una vez más, se vio arrojada a la playa de un país totalmente desconocido. "¡Otra vez!" se decía llorando amargamente. "Mi vida vuelve a tropezar ante el destino ¿Qué deberé ahora de aprender y superar?"

 

Viviana sentía que cuando conseguía dominar plenamente algún oficio y sentar las raíces de su vida, sucedía algo inesperado que la hacía cambiar de dirección.

 

Una vez repuesta, se levantó de la arena y se puso a caminar en dirección a un poblado que divisó a lo lejos. Como no era frecuente la presencia de viajeros de raza blanca, fue acogida con respeto y curiosidad... pero sucedió que en aquel país existía una leyenda profética... se decía que un día llegaría una mujer extranjera, capaz de hacer, ella sola y sin ayuda de nadie, un templo para el Emperador de difícil y compleja construcción.

 

Y puesto que en aquel entonces en China no había nadie que pudiera por sí solo hacer este tipo de construcciones, todo el Imperio esperaba el cumplimiento de aquella extraña predicción con la más vívida expectativa.

 

Al fin de estar seguros de que cuando llegara la extranjera por aquellas tierras no pasara inadvertida, los sucesivos emperadores de China solían enviar heraldos, una vez cada año, a todas las ciudades y aldeas del país, pidiendo que cada mujer extranjera fuera llevada a la corte.

 

Fue justamente en una de esas ocasiones cuando Viviana fue presentada al Emperador:

 

"Señora" dijo el Emperador "¿Seríais capaz de construir un templo para el Imperio que tenga las características que aquí figuran, pero sin ayuda de ninguna otra mano?" dijo, mostrándole un papiro pleno de garabatos e imágenes.

 

Ella tras observarlo detenidamente, se sintió de pronto iluminada. Sabía que era capaz de hacerlo, ya que por lo que dedujo, hacía falta un mástil tan fuerte y flexible como los que habían dado tanta fama a su antiguo amo el mercader. Asimismo se requería un tipo de tela, de características tales, que tan sólo aquellos entrañables tejedores con los que compartió afecto y habilidades, podrían haberle enseñado. Y por último, dedujo que esa construcción debía poseer unos sistemas de sujeción de una clase de cuerda tal, que pudiesen soportar el impacto de los fuertes vientos sin perder tensión y resistencia. Sólo sus padres, aquellos expertos maestros hilanderos, podrían haberle enseñado algo así.

 

Viviana trabajó muy duramente por espacio de nueve meses. Y finalmente presentó su obra al Emperador, el cual tras observar con asombro la perfección y detalle de su creación, premió a Viviana con la generosidad de las grandes recompensas con sabor a destino.

 


La PROSPERIDAD, EL AMOR Y LA SABIDURÍA habían llegado de manera plena y abundante a la vida de una Viviana que encarnaba la plenitud y la grandeza de la vida.

 

Cuentan que todo aquel que llegó a conocerla, salía de su presencia, iluminado de esa extraña confianza y certeza que proporciona la percepción de los grandes destinos del alma.

 

Tras ejercer la sabiduría y el amor supremos en una vida fecunda e intensa, Viviana murió en paz y armonía a la edad de 99 años. Desde entonces, se dice que su espíritu susurra a los oídos de los que se sienten abandonados por su suerte, que no teman... que confíen... que Tras los vaivenes de la vida... Late un Camino Mayor que acompaña  y protege a los que siguen adelante.

 

 

Tomado del Libro de José María Doria, Cuentos para Aprender a Aprender.

 

COMENTARIO.

 

Esta hermosa historia nos hace reflexionar acerca de los vaivenes de la vida. Nuestra protagonista, Viviana, tuvo que aprender diferentes oficios a lo largo de su vida, pero al final, la suma de sus aprendizajes le permitió entregar aquello que se esperaba de ella, o más bien, para lo que tanto se preparó.

 

Cuantas veces no nos preguntamos, ¿Qué pasó? ¿Por qué todo cambió de repente? ¿Por qué aquello que creíamos que iba a ser nuestro futuro, se modificó de manera total?

 

La vida tiene sus propios planes. Mientras nosotros creemos que podemos controlar lo que sucede, la vida en silencio se ocupa de llevarnos por donde nuestro Ser desea ir, aprender y experienciar.

 

Me acuerdo que en mi infancia, mi abuela decía que cada uno de nosotros tenía un destino escrito.  Yo siempre discutía con ella acerca de esa idea, puesto que a nosotros se nos había enseñado que “podemos ser los dueños de nuestro destino”. Que equivocado estaba.

 

Yo puedo interpretar mi vida como desee, pero ella tiene su propio plan. Quizás el mejor símil que he encontrado es que somos actores en una inmensa obra de teatro, en donde representamos diferentes papeles, a lo largo de la obra.  Algunos de los personajes que representamos son: hijos, hermanos, padres, novios, amantes, esposos, nietos, médicos, ingenieros, etc.  El problema consiste en que creemos que ese guion es verdad, y nos identificamos con el personaje, sin entender que más temprano que tarde nuestro libreto terminará.

 


Si, como el actor de la película, o de la obra de teatro, entendiéramos que estamos actuando en un guión, y que nada de lo que sucede nos define. Que a veces hacemos el papel de héroes o de inocentes, y otras veces somos los malos de la película, no nos tomaríamos la vida tan en serio, y más bien, representaríamos el papel sin creernos el personaje.

 

Hace tiempo leyendo a Osho, decía que los hombres son como los niños, se la pasan jugando. La diferencia, es que los niños saben que el juego termina y se abrazan como amigos, para seguir jugando mañana. Sin embargo, el hombre cree que el juego es en serio, y se apega a los resultados, sintiéndose fracasado si pierde o exitoso si gana.  Imaginen entonces que por un juego sufrimos de ansiedad, miedos, ataques de pánico, tristeza, preocupaciones, etc.

 

Cuando en el cine, se apaga el retroproyector, todo lo que vemos es la pantalla en blanco.  Sobre esa pantalla estaban los personajes que eran tan importantes para nosotros. Nos enamoramos, odiamos, fuimos felices y sufrimos, nos dio rabia y miedo. Todo esto generado por una serie de imágenes proyectadas sobre una pantalla blanca.  Cuantas veces no pasa lo mismo cuando creemos que la vida es real, y no entendemos que no es más que un juego de luces, un juego de ilusiones.

 

Como dice Un Curso de Milagros:

Nada real puede ser amenazado.

Nada irreal existe.

En esto radica la paz de Dios.

 

Que sencillo y profundo a la vez.

 

 

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