SIN NACIONALIDAD.
He leído, indignado y con sorpresa, en
los últimos días, una nueva acción de un gobernante, que decidió “eliminar” la
nacionalidad a aquellas personas incomodas al régimen, por el simple hecho de
pensar de forma distinta, o que se manifiesten como opositores al gobierno.
Me imagino que eso debe tener como
objeto, seguir culpando a los demás de sus barbaridades, y seguir escurriendo
el bulto de sus propias responsabilidades.
Ya hemos visto, de forma lamentable, como estos países, en manos de
estos pseudo gobernantes, caudillos populistas, han caído en lamentables
situaciones políticas, sociales y económicas, que superan con creces las circunstancias
presentes antes de que ellos vinieran a rescatar con su epopeya, lo
supuestamente malo del pasado.
Pienso que la decisión de quitar la
nacionalidad, tiene como intención decirle a alguien: no naciste en ningún pedazo
de tierra de este planeta, es decir, no perteneces aquí. Puede sonar gracioso, pero están jugando con
lo importante que es el sentido de pertenencia del individuo, que se reconoce
hijo de alguna tierra, alguna madre, alguna cultura.
Hasta ahora me parece inaudita esta decisión,
acompañada por los esfuerzos de leguleyos complacientes, que quieren permanecer
congraciados con un régimen, que indudablemente cuando ya no los necesiten, los
van a execrar, quizás de peor manera que como lo han hecho con estos nicaragüenses
que recién fueron expulsados de su propio país.
La sociedad está cambiando a un ritmo
acelerado. La información viaja a la velocidad de la luz, sin que nadie lo
impida. Es como el agua, siempre
encuentra por donde fluir. Si no cambiamos, simplemente estaremos condenados a
desaparecer. Todavía está en desarrollo
el pensamiento que regirá este siglo XXI, y muchos de estos regímenes pronto desaparecerán,
así como lo hicieran en el pasado, aquellos que no se ajustaron al devenir de
la historia. No podemos construir en el pasado. Solo podremos hacerlo con el
presente y con la mirada puesta en el futuro.
Estas decisiones estentóreas solo sirven para satisfacer los deseos de
poder de un tiranuelo que gobierna una pequeña nación en Centroamérica. Lástima
que el mundo y sus dirigentes estén tan ocupados en tonterías, que no puedan
intervenir y hacer entrar en razón a estos enfermos.
Algo que les molesta a estos pequeños
tiranuelos es la educación, el pensamiento libre, el libre mercado, la
libertad, la meritocracia, la ética, etc.
Ellos saben muy bien que tienen que rodearse de personas de inferior capacidad, fácilmente corruptibles,
para poder manipularlas a su antojo. Pero todo cambia, y tarde o temprano ese país
tendrá el gobierno que se merece.
Pido disculpas a mis lectores, ya que
coloco esto como una opinión personal, porque no puedo menos que indignarme
ante las pretensiones de individuos que se creen todopoderosos, y que no les
importan jugar con lo más sagrado que tiene un pueblo que es su propia
identidad. A veces me pregunto si los
cristianos creen en Cristo, y si los que se hacen llamar libertadores creen en Bolívar.