VIVIR EN GUERRA, DESGASTA.
Faltando poco para terminar el Máster Coach, en uno de los ejercicios de Indagación, uno de mis mentores me hizo una pregunta: ¿Cuál es la razón por la que vives en guerra? ¿Sientes que la vida es una guerra constante? ¿Te has dado cuenta de que vives en guerra?
Debo confesar que estas preguntas me sentaron de un solo golpe. Y me hicieron reflexionar, tanto que por dos días estuve confundido y tratando que todas las piezas encajaran en su sitio. Es como cuando tienes un rompecabezas, y te das cuenta de cómo deben calzar las piezas, pues así mismo me sentía yo. Empecé a reflexionar acerca de mi vida y de cómo había permanecido desde hacía tiempo en una batalla constante, inútil, vacía, por todo y por nada. Era como el Quijote peleando contra molinos de viento. Y esos molinos de viento eran mis juicios, mis hábitos, mis patrones, mis creencias, apostadas a lo lejos y agazapadas en las trincheras, dispuestas a atacar en cuanto me descuidara.
Y comencé a soltar, a dejar ir, cada juicio, cada hábito, cada creencia. Uno por uno he seguido tratando de soltarlo, aunque confieso que no es nada fácil. Todos nuestros juicios nos dan una visión distorsionada de la realidad, la que hemos aprendido, la que conocemos, y ante la que nos sentimos vulnerables cuando nos abrimos a la verdad. Cargamos con unas pesadas armaduras innecesarias creyendo que nos protegen de una realidad, que supuestamente nos agrede sin cesar.
En esa delgada línea que separa la espiritualidad del coaching, es como una cuerda en las que nos movemos, como equilibristas en las alturas de nuestros juicios; tememos caer y hacernos daño. Sin embargo, la verdad está allí, como una red protegiéndonos de la ilusión y de maya. Solo tenemos que confiar.
Confieso que no es fácil, soltar y dejar ir. No es fácil reemplazar un sistema de creencias basado en juicios, en competencia, en ganancias y pérdidas, a un sistema de creencias más cooperativo, más amable, más humano. Un sistema en donde no estás separado del otro, sino que eres parte de él, tanto como él es parte de ti. Duele. Pero lo que duele es ver la ilusión quebrándose en mil pedazos. Lo que duele es parir la realidad. Vaciarte de ilusión. Ya nunca más va a ser lo mismo, ahora te toca ver el mundo con una mirada más humana, más serena, y entender que todo es lo que tiene que ser.
Y esta nueva mirada, este nuevo Yo, se lo debo al Coaching.
¿Cuántos de nosotros no vivimos en una guerra innecesaria y sin fin?
¿Qué esperas para terminar con esa guerra y vivir en Paz?
Gracias
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